El cilindro de un motor es el recinto por donde se desplaza el pistón o émbolo. Sus misiones son tres:
- Formar junto con la culata y el émbolo la cámara de combustión.
- Servir de guía al émbolo en su movimiento alternativo.
- Transportar el calor de la combustión al medio refrigerante.
Como es lógico, para poder transportar el calor de la combustión al medio refrigerante (a través de sus paredes), tiene que tener un coeficiente de transferencia de calor elevado, así como una uniforme dilatación térmica (y favorable).
Las partículas de la combustión provocan un fuerte desgaste en el cilindro debido a tres efectos: el corrosivo (ya que la combustión produce unos subproductos ácidos), el abrasivo (debido a las impurezas del combustible que se quedan sin quemar) y la fricción (entre el émbolo y las paredes del cilindro). Es evidente que el émbolo tiene que rozar la superficie del cilindro para no permitir que los gases se escapen por debajo, así como para mantener el aceite lubricante donde tiene que estar (para eso se utilizan los segmentos de lo que hablaremos más adelante). Así las cosas, como el émbolo tiene que rozar el cilindro, es vital que haya entre ambos un bajo coeficiente de fricción.
El desgaste del cilindro es especialmente acusado en los primeros tres centímetros del cilindro (desde la parte superior), ya que los gases, al entrar en los primeros segmentos (de los que hablaremos más adelante) se expanden contra las paredes y el efecto lubricante es deficiente, ya que a altas temperaturas el aceite se quema y se produce gran rozamiento.
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